La villa mantiene gran parte de su antiguo sabor tradicional, destacándose en su casco urbano su plaza mayor, que conserva parte de su antiguo porticado, una bella y tradicional fuente de finales del siglo XVI y un ayuntamiento modernista de principios de este siglo, famoso por las sentencias y adagios inscritos en la clave de los dinteles de sus ventanas.
Hasta siete iglesias llegó a tener Becerril de Campos, atendidas por más de cuarenta clérigos. La iglesia parroquial de Santa Eugenia, es Monumento Histórico-Artístico. Se comenzó a edificar casi a mediados del siglo XVI y tardaría casi otro siglo en terminarse. Su planta se reparte en tres naves, con torre a los pies, la cual se hundió hace unos años, siendo reconstruida en ladrillo, a excepción de su primer cuerpo. Su traza es gótica con columnas palmeadas, bóvedas renacentistas cubiertas de yeserías del siglo XVII y cúpula rebajada sobre pechinas. En la edificación de la capilla mayor y colaterales, intervino en 1613 el maestro cantero cántabro Domingo de Cerecedo. Dentro del ámbito sacro destaca su excelente retablo mayor churrigueresco, obra de Santiago Carnicero, adornado con las imágenes de Santa Eugenia, Santiago y San Fernando. A este retablo, le acompañan otros renacentistas y barrocos de los siglos XVI, XVII y XVIII.
Pero varios más son los edificios sacros a destacar en Becerril de Campos, ya que llego a tener hasta siete parroquias (s.XIV): iglesia gótica de San Miguel en ruinas, la de San Pedro, que también estuvo en ruinas, conservando una portada románica del siglo XII, y que hoy aloja el centro de San Pedro Cultural, un singular espacio multidisciplinar «mágico» que aúna arquitectura, arte, cultura y astronomía. Dentro de este espacio recuperado, al visitante le llamará la atención su “estelarium”, recreación en el techo del templo de las constelaciones que son visibles desde Becerril, así como un péndulo de Foucault que muestra la rotación de la tierra, una línea meridiana (la única que funciona en España) y un estenopo austral sobre el que se proyecta el sol que entra por una de las ventanas de la iglesia o un estenopo occidental, ubicado en la ventana del antiguo coro, que durante el solsticio de invierno proyecta el sol sobre el ábside e ilumina el nicho estrellado.