Al aproximarnos a visitar Fuentes de Nava y casi cerca de su casco urbano, localizaremos los restos testimoniales de uno de los humedales más importantes de Castilla y León: la Laguna de la Nava. Estación ornitológica, donde podemos, según las épocas, contemplar muchas de las especies de aves acuáticas que en sus anuales migraciones atraviesan la Península Ibérica, y que en esta laguna relíctica encuentran aposento y descansadero. También por el término de Fuentes, discurre un buen tramo del Canal de Castilla.
El patrimonio de la villa tampoco desmerece, destacando sobre el caserío la esbelta torre de la iglesia parroquial de San Pedro, conocida como la «linterna de Campos» (65 metros de altura). Históricamente, se reconoció a Fuentes de Nava con el nombre de «Fuentes de Don Bermudo» y ya en el Becerro de los Beneficios se dice que tenía cinco iglesias: San Pelayo, San Román, San Miguel, San Pedro y Santa María. Fue villa murada, aunque su cerco no debió de ser de mucho fuste. Todavía hoy puede admirarse uno de sus postigos, en el acogedor rincón del «Corro del postigo», sobre cuyo altillo interior se conserva un reducido y rústico humilladero-balconada, que da cobijo a la Virgen del Postigo, a la cual se encomendaban viajeros y preñadas.
Su casco urbano, se dilata ampliamente sobre el terrazgo. Varias plazas y plazoletas, abren luz sobre el caserío. Fuentes no es un pueblo constreñido sobre sí mismo, sus amplias calles se adornan de soberbias casonas palaciales (casas mayorazgos de los García Ramírez y Rodríguez de Cisneros) y edificios señeros modernistas. De las cinco iglesias arriba mentadas, hoy dos imponentes templos conforman su patrimonio monumental.
La iglesia de San Pedro, con su espigada torre renacentista de cuatro cuerpos del siglo XVI, rematada por una soberbia linterna hexagonal del XVII. En su interior, destaca su retablo mayor, atribuido a Juan de Balmaseda, con tallas y pinturas de Alonso Berruguete, Manuel Álvarez y Juan de Villoldo, y la capilla del deán de Charcas (Perú), construida por el maestro cantero cántabro Juan de la Cuesta, hacia 1583.
La iglesia de Santa María o de Nuestra Señora de Pozo Bueno se fecha en el siglo XVI, con aportaciones barrocas posteriores. A parte de su bella portada gótica de estilo Reyes Católicos, ya con influencias renacentistas, conserva en su interior un magnificente retablo y un más aun magnífico artesonado mudéjar policromo en el más puro estilo castellano-mudéjar, de lo que los técnicos en la materia reconocen como “carpintería de lo blanco”, decorado junto con otros motivos con el “lazo morisco”. Es curioso observar, que la torre quedo apartada del resto de su fábrica templaria.